El pasado domingo acompañaba a mis nietos en el jardín de casa mientras jugaban. Y decidiendo representar la historia de "La Bella Durmiente", Chiara, de seis años, cual príncipe, da un beso a Silvia, de tres, que se había echado al suelo como dormida. Ésta se despierta y, entonces, inician un baile mientras tararean al unísono "El Vals de las Guirnaldas", sin saber que esa mítica música, que ellas a su edad ya conocen, fue imaginada y escrita hace ahora 117 años por el alma de un gran músico: Piotr Ilich Tchaikovsky, un mago que, de pronto, hace salir de la nada extraordinarias historias de muñecos, cisnes, princesas encantadas... Un mago que crea también alegría, emoción, fascinación por aquello que te está contando, sin que pierdas ni un segundo el interés por todo lo que dice de forma tal que hasta los niños, como vemos, sin saberlo, entran en su juego. Este es verdaderamente Tchaikovsky.
Y todo ello a pesar de una vida angustiada y depresiva que le hizo aparecer como un hombre de carácter insoportable... para aquellos que no lo conocían bien.
Tchaikovsky, ¡que capacidad!, nos llena la vida de todo tipo de composiciones. Así podemos admirar sus obras para piano, (su Concierto nº 1 es de los más interpretados por los grandes pianistas), para cuerdas (variaciones, cuartetos, tríos y, sobre todo, su maravilloso Concierto para Violín y Orquesta, uno de los más apreciados dentro del repertorio y pleno de pasajes llenos de virtuosismo), su música para orquesta (Oberturas, Sinfonías), sus Óperas, (diez escribió aunque algunas no nos llegaros pues fueron destruidas por él mismo).
Y por si todo ello no fuera suficiente, nos legó también la música de Ballet. Y aquí deberemos hacer un punto y aparte. Estamos ante un mundo empeñado en eliminar la fuerza de la gravedad. Y Tchaikovsky da la oportunidad para que ello ocurra. Con la coreografía de Marios Petipa, director del Ballet Imperial Ruso y su música de "El Lago de los Cisnes", "La Bella Durmiente del Bosque" y "El Cascanueces", da inicio la época histórica de la danza moderna, en la que podemos admirar grandes figuras, ingrávidas que se valen de sus pies no para pisar, sino para acariciar dulcemente el piso de los escenarios de forma maravillosa.
Tchaikovsky: siempre volvemos a él. Y sentimos cercana su alma a través de su obra y por ello recordamos unas frases de Chiara Lubich (1) en el Congreso Artístico celebrado en Castelgandolfo-Roma en Abril de 1999: "Es el alma humana, reflejo del Cielo, lo que el artista transmite a la obra, y en esa "creación", fruto de su genio, el artista encuentra una segunda inmortalidad: la primera en si mismo (en su alma), como cualquier otro ser humano nacido aquí en la tierra; la segunda está en sus obras, a través de las cuales se da a la humanidad a lo largo del tiempo.
El artista es, tal vez, el que más cerca está del santo. Porque si el santo es un prodigio tal que sabe dar Dios al mundo, el artista, en cierto modo, da la criatura más hermosa de la tierra: el alma humana".
Antonio Grela
(1) Chiara Lubich, para más información:
http://www2.focolare.org/Es/chiara_es.html