EL DESCUBRIMIENTO DE LA MÚSICA


EL DESCUBRIMIENTO DE LA MÚSICA

¿Qué es la música? ¿Cómo explicársela a una persona que por una hipótesis absurda jamás la hubiera escuchado?

Muchos personajes, músicos y compositores intentaron definirla pero os puedo asegurar que ninguno llegó a dar el concepto exacto. El que más se aproxima, técnicamente, es el que dice que “la música es el arte de combinar armónicamente diversos sonidos”.

Pero ¿Qué es el sonido?

Nosotros vamos a tratar de llegar a otra conclusión más exacta, según nuestra experiencia y siguiendo y aplicando lo que modestamente aprendimos de Chiara Lubich de ver siempre la mano de Dios también en el arte y así “que pueda llegar su luz a todos aquellos que aún no se saben amados por Él”.

Para ello vamos a irnos a un tiempo lejano. Hace unos 2600 años, vivió en la Grecia antigua un personaje muy importante. Se llamaba Pitágoras.

Pitágoras fue un gran maestro que creó una escuela en la que enseñaba, sobre todo dos cosas, una que los hombres teníamos que “aprender a ver” y otra que teníamos que “saber escuchar”. A esta forma de ver la vida le puso un nombre: filosofía.

Alrededor de Pitágoras nació lo que hoy llamamos “escuela pitagórica”.

No era fácil entrar en ella. Baste decir que los candidatos debían estar dos años sin hablar, solo meditando. Esa era la prueba para poder formar parte de aquella escuela.

Para Pitágoras y sus seguidores la vida se basaba en dos principios fundamentales, las matemáticas y la música. Las matemáticas, que se aprenden por los ojos, por eso tenemos que aprender a ver, y la música, que se aprecia por los oídos, por lo que tenemos que saber escuchar.

Las matemáticas rigen nuestra vida cotidiana. Vivimos entre números. Somos “una” persona,  tenemos “dos” hermanos, en clase somos “cuarenta” alumnos. Si vamos de compras nos dicen siempre el valor de las cosas en números. Necesitamos saber usar bien las matemáticas para poder vivir.

Por otro lado, la música, que apreciamos al saber escuchar, tiene en la vida otro sentido, afecta a nuestro sentimiento, a nuestra alma. Pero ¿cómo es posible? ¿qué poder tiene para ello?

Para profundizar en esto debemos tener muy claros dos conceptos que pueden parecer similares, pero que en realidad son distintos, como son “descubrir” e “inventar”.

Lo entendemos fácilmente cuando decimos que Cristóbal Colón “descubrió” América. El término “descubrir” queda claro. Pero antes, el hombre, pensando como hacer para desplazarse sobre el agua, había “inventado” los barcos.

Colón no “inventa” América. América estaba ya allí desde que Dios la creó. Tampoco “descubre” las carabelas ya que éstas habían sido inventadas con anterioridad.

Es el hombre, con la inteligencia que Dios le ha dado, el que es capaz de hacer descubrimientos y realizar inventos.

Volviendo a Pitágoras, un día, mientras paseaba, llegaron hasta él los sonidos de los martillos de un herrero golpeando hierros en una fragua. Y se dio cuenta de que los sonidos de cada martillo emitía al golpear eran distintos entre sí.

Interesado, habló con el herrero y comprobó en la práctica que la diferencia de sonido que cada golpe de martillo producía, era proporcional al peso de dicho martillo. Así, unos martillos pesados daban un tipo de sonido mientras que otros martillos ligeros producía otros sonidos, más o menos graves o agudos según su peso.

Y pensando, a Pitágoras se le ocurrió hacer un experimento. Cogió una cuerda hecha de tripa, que es lo que se usaba entonces para hacer música. Por un lado la ató en un soporte y por el otro la apoyó y colgó de ella una pesa. Y comprobó que según fuera el peso aplicado a la cuerda, el sonido que emitía al pulsarla era proporcional, más grave o más agudo, según el peso aplicado, tal como ocurría con los martillos.

Hoy seguimos aplicando peso a una cuerda en los instrumentos al apretar la clavija correspondiente para conseguir el sonido afinado correctamente.

El experimento le sirvió también para descubrir que el sonido que emitía esa cuerda, cuando la acortaba en la mitad, era exactamente el mismo, pero en otra frecuencia más alta. Y que si acortaba la cuerda en cualquier otra parte proporcional, el sonido resultante, al pulsar la cuerda, era siempre de frecuencia  proporcional a su medida.

Es lo que seguimos hoy haciendo al pulsar con los dedos de la mano izquierda en las cuerdas contra la madera del diapasón de los instrumentos.

Demostró con ello que cuando se hace música con un instrumento, el sonido producido no es caprichoso, sino que se rige por unas leyes de armonía universal. Y ampliando el concepto,  creyó que todo el cosmos se regía por las mismas leyes armónicas y matemáticas que la música.

Pitágoras descubrió que esas leyes eran anteriores al hombre y por ello declaró que el sonido, y por tanto también la música, existía desde siempre, desde toda la eternidad.

Luego, en el transcurso de los siglos, los hombres siguieron descubriendo esas leyes físico armónicas y matemáticas por las que el sonido, y en consecuencia la música, se rige, y todos esos descubrimientos certificaron que Pitágoras tenía razón. Es lo hoy que llamamos “armonía”.

Efectivamente, el sonido es eterno y es un medio a través del cual Dios se nos manifiesta. Por ello sabemos hoy que es cierto lo que Pitágoras descubrió y enseñó de que la música influía en las personas y las podía llevar a la felicidad. Y es por eso que la música afecta a nuestras almas,  como ha sido confirmado en el transcurso de los siglos por grandes pensadores, teólogos y santos (San Agustín, S. Isidoro de Sevilla, S. Braulio de Zaragoza),  que, en definitiva, coinciden en una misma afirmación, “La música es una participación en la vida de Dios”.

Y los instrumentos musicales, “inventados“ por los hombres, son los medios con los que, con el aprendizaje y la práctica, podemos entrar en contacto directo con la esencia de Dios que, siendo Amor y Verdad, se nos presenta a través de la música con otro de sus atributos, la Belleza.

                                         Antonio Grela Abeleira
                                       Encuentros Musicales

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