Hay una célebre anécdota de una señora a la que le presentan un director de orquesta, tras un concierto, y le dice: “¡Que bien se ha movido usted al ritmo de la música!”.
El primer problema con el que se enfrenta un director es el miedo. Daniel Baremboim hablando sobre este tema dice: “El día que uno decide ser director de orquesta está dispuesto a ser criticado. Yo estoy cada día ante cien músicos y no puedo pretender que todos estén de acuerdo con lo que hago”.
Lo que el director de orquesta tiene que transmitir a sus músicos no le deja pensar en otra cosa. Su gesto no se dirige al público: es lo que él tiene dentro. Y lo que el gesto comunica a los músicos no es la melodía, el ritmo, sino ese otro elemento interno, el alma de la música, que se llama “tempo” y que es la velocidad a que debe interpretarse cada fragmento.
Porque la música tiene un ritmo, por ejemplo, ritmo de vals. Pero dentro del ritmo puede haber varios “tempos”: vals lento, vals rápido, vals apasionado, vals majestuoso …
No es que el director comunica el “tempo” y además da la entrada a cada instrumento. El director hace entrar cada instrumento al comunicar el “tempo”.
La realidad a la que se enfrenta el músico en una ejecución no es la partitura, sino lo que esa partitura contiene. Lo que está escrito no son más que datos con un sentido y ese sentido es el que tiene de descubrir y comunicar por medio de la ejecución, la cual solo tendrá valor en la medida que cumpla su comunicación.
Y el gesto del director imprime a la ejecución de la orquesta ese impulso bajo el cual las notas revelan su sentido.
Los “tempos” pueden ser: lento (largo y adagio); lento pero no tanto (andante y moderato); deprisa, rápido (allegro) y muy de prisa (presto y vivace).
Otros “tempos”: bastante lento (adagietto), menos rápido que allegro (allegretto), a gusto del intérprete (a piacere), tan rápido como sea posible (prestisimo), extremadamente animado (vivacisimo), apasionado (apassionato), triste (fúnebre), majestuoso (maestoso), bullicioso (strepitoso), tiernamente (teneramente).
El director de orquesta es la persona que puede hablar de la música con un criterio más serio. Por eso reproduzco a continuación diversas ideas que Daniel Baramboim expresa en el libro “Paralelismos y paradojas-Reflexiones sobre música y sociedad”, y que me han parecido muy interesantes.
Sobre la comprensión de la música::
“La música no se explica a si misma a la manera en que una palabra lo hace en relación con otras palabras, (literatura). Esta es una de las razones de por qué la música de hoy, al menos en Occidente, está separada de las otras artes. La música requiere un tipo de educación particular que, sencillamente, no se da en la mayoría de las personas. Y como resultado, se sitúa todavía más aparte. Tiene un lugar especial. Hay personas familiarizadas con la pintura y la fotografía, con el teatro y la danza, que no pueden hablar con la misma facilidad de la música. Y sin embargo, como Nietzsche escribe en “El nacimiento de la tragedia”, la música es, potencialmente, la forma de arte más accesible porque produce una impresión más intensa y apasionante que las otras artes. Y la paradoja es que aunque la música sea accesible, nunca puede ser comprendida”.
Sobre el estudio de la música:
“… el estudio de la música es uno de los mejores medios para aprender algo sobre la naturaleza humana. Por esa razón me entristece tanto que la educación musical sea prácticamente inexistente hoy en las escuelas. Educación significa preparar a los niños para la vida adulta; enseñarles como actuar y que clase de seres humanos quieren ser. ¿Qué mejor medio que la música para mostrar a un niño como ser humano?”
Sobre el elemento místico de la música:
“Creo que cuando todo marcha bien sobre el escenario, cuando la interpretación, la expresión… todo, se vuelve permanente, interdependiente, se vuelve también indivisible. Eso es el misticismo, la misma idea de la religión, de Dios: de pronto hay algo que no puedes seguir dividiendo. En cierto modo, en eso consiste la experiencia de la música. No es religiosa en el sentido de que uno rece, pero puede compararse con la religión por la imposibilidad de dividirla. Y al ser así, el oyente activo, sensible, puede comunicarse con la música. Eso es lo que quiero decir al hablar de misticismo.
… también se puede considerar un elemento de pérdida. En la música existe un elemento trágico. Shelley tiene una frase maravillosa, que dice que la mente poética, mientras está en el acto de creación, es como un ascua que se apaga poco a poco. Lo que falta en la imagen anterior es el hecho de que la música es una especie de batalla extraordinariamente enérgica y comprometida por mantener vivo algo que se escapa continuamente.
El sonido es eso justamente”.
Y hacia el final del libro, Baramboin señala en relación a la vida de las personas:
“Si queremos comprender los fenómenos de la naturaleza, las cualidades de los seres humanos, la relación con un Dios o con alguna experiencia espiritual diferente, podemos aprender mucho gracias a la música. La música es muy importante porque es al mismo tiempo todo y nada. Si deseas aprender a vivir en una sociedad democrática, te iría bien tocar en una orquesta. Porque cuando lo haces, sabes cuando liderar y cuando seguir. Dejas espacio a los demás y, al mismo tiempo, no tienes inhibiciones a la hora de reclamar por ello. La música es el mejor medio de escapar de los problemas de la existencia humana.
Sí, la música puede ser la mejor escuela de la vida, y al mismo tiempo, la forma más eficaz de huir de ella”.
Extraordinario Daniel Baremboim que de origen judío, por sus trabajos de integración a través de la música, le fue concedida en el año 2008 la ciudadanía palestina honoraria, siendo el primer ciudadano del mundo que tiene las dos ciudadanías, palestina e israelí. Baremboim aceptó con la esperanza de que sirva como señal de paz entre los dos pueblos.
Solamente quiero añadir que por todo lo expuesto se pone de relieve lo feliz que se siente uno no solo cuando tiene el privilegio de hacer música, sino también de escucharla. Y para esto último, todos somos aptos.