miércoles, 24 de enero de 2007

DAR SOLO LA ALEGRÍA

Es difícil encontrar alguna persona que no haya escuchado el Concierto de Aranjuez bien en su forma clásica o en alguna de las versiones que de ella también han hecho artistas del mundo pop. Y a todos gusta su música porque desprende optimismo, alegría y belleza con melodías, al tiempo, de una gran profundidad espiritual.

Lo que no es tan popular es el saber que esta obra fue compuesta en momentos muy difíciles en la vida del maestro Rodrigo ya que además de pasar en aquellos momentos por dificultades económicas, debía añadir el que su esposa Victoria, que estaba en las últimas semanas del embarazo de su primer hijo, sufrió complicaciones por las que tuvo que ser internada en un hospital de Madrid. Los médicos anunciaron a Rodrigo que su esposa perdería el hijo y que ella misma corría serio peligro de muerte.

Con el peso de ese dolor en su alma, el maestro volvió a su casa y sentado ante el piano, elevó una ferviente oración a Dios a través del Adagio de la obra que en aquellos días estaba componiendo. Surge así un diálogo entre el músico y el Creador, lleno de dramatismo. Joaquín acepta, finalmente, la voluntad de Dios. Su esposa salvaría la vida, pero perderían la del hijo que con tanto amor e ilusión esperaban.

Conocer la vida de Joaquín Rodrigo nos lleva a admirarlo y quererlo ya que, invidente desde los tres años, superó todas las enormes dificultades que sufrió, dejándonos un legado musical diáfano, transparente y luminoso como el cielo de su tierra natal levantina y limpio como su alma. De ahí el éxito de su música.

Y como suele ocurrir, junto a él vivió una extraordinaria y gran mujer: Victoria Kamhi. De familia turca, sefardí y, por tanto, de ascendencia española, vivieron un gran amor desde su juventud hasta su muerte, ya ambos de avanzada edad. Ella, pianista de prestigio y dotada de una gran cultura, fue su gran apoyo y ayuda. Sin ella, seguramente su obra nunca se produciría.

Nuestro Encuentro Musical se convierte en un humilde pero sincero homenaje a la obra nacida de este amor. Un amor que es verdadero porque, superando el dolor, transmitió solo la alegría.

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