El sábado 31 de Enero de 2009 celebramos el Encuentro Musical nº 126. La sala se llenó nuevamente al completo con amigos seguidores de los programas que tratamos de presentar cada mes. En la foto se puede apreciar una zona de la sala momentos antes del comienzo.
En esta ocasión, además, la música de Debussy sirvió para presentar, al tiempo, un tema sobre "La Familia" que habíamos preparado adaptando el discurso que Chiara Lubich dio en Roma durante la gran celebración del Famylfest-1994, ante familias llegadas de todos los continentes.
Dado que de forma unánime se nos solicitó el texto del discurso de Chiara Lubich, procedemos a transcribirlo tal como lo adaptamos para esta ocasión.
"SEMILLAS DE COMUNIÓN PARA LA HUMANIDAD"
La familia, cada familia, puede llegar a ser protagonista de esta era.
Ideada por Dios como obra maestra del amor, la familia puede inspirar líneas que contribuyan a cambiar el mundo del mañana.
Y es que si observamos la familia, podemos descubrir en ella valores inmensos y valiosísimos que proyectados y aplicados a la humanidad pueden transformar a ésta en una gran familia.
La familia se funda en el amor, un vínculo que tiene todos los sabores: amor entre esposos, entre padres e hijos, amor entre abuelos, tíos y sobrinos, amor entre hermanos. Un amor que crece y aumenta continuamente.
De este modo el amor de los esposos engendra nueva vida.
En la familia es espontáneo poner todo en común, compartir los bienes, tener una única economía. Ahorrar no para acumular, sino para prevenir. Es normal cubrir las necesidades de quien todavía no produce o de quien ya no puede hacerlo. Vemos aquí la semilla de una cultura del dar.
En la familia viven juntas personas de todas las edades. Es natural vivir para los demás, amarse mutuamente. Vemos aquí la semilla que conduce a una inculturación recíproca.
En la familia la educación tiene lugar de una manera natural, como cuando el niño da los primeros pasos o dice sus primeras palabras.
Cuando en la familia los valores se transmiten así, de generación en generación, vemos en ello el estímulo para una nueva valoración de la educación de la sociedad.
En la familia se castiga y se perdona sólo por el bien de la persona. El sentido de la justicia es normal en la familia. Y esa manera de corregir y de perdonar en la vida de familia puede iluminar el modo de administrar justicia.
Cuando en la familia la vida del otro es tan valiosa como la propia y la solidaridad y la fidelidad a la propia familia nacen espontáneas, apreciamos la semilla de la cultura de la vida que debe impregnar las leyes y las estructuras sociales.
En la familia se cuida la casa y refleja en ella su armonía. En la familia se viste y se alimenta a los miembros según sus necesidades. Con esta forma de vivir se está sembrando la semilla de un renovado interés por el ambiente y la ecología.
En la familia cada uno se preocupa por la salud de todos y se hace cargo de quien no se encuentra bien. Allí, de una manera natural, se enciende y se apaga la vida; encuentra acogida y amor el minusválido, el anciano, el enfermo terminal.
En la familia se enseña y se aprende. Cuando en la familia el estudio tiene como objetivo la madurez de la persona, apreciamos en ello la semilla que puede hacer que la investigación cultural, científica y tecnológica descubra, poco a poco, el misterioso designio de Dios sobre la humanidad y actúe por el bien común.
También la comunicación es espontánea en la familia. Cada uno participa y comparte todo. Si esa comunicación es desinteresada y constructiva se siembra la semilla para un sistema de comunicaciones sociales al servicio del hombre que resalte y difunda lo positivo y sea a la vez instrumento de paz y de unidad planetaria.
Si en la familia el amor es vínculo natural entre sus miembros, surge la semilla que hará nacer estructuras e instituciones que cooperen para el bien de la humanidad y de los individuos hasta alcanzar la fraternidad universal.
La tarea pues, de cada familia, es vivir con tal perfección su propia vocación que se convierta en un modelo para toda la familia humana a la que transmite sus valores con su característico modo de ser.
Dios ha creado la familia como signo y modelo de todas las demás convivencias humanas.
Esta es, pues, la tarea de las familias: mantener siempre encendido en las casas el amor, reavivando así los valores que Dios ha donado ala familia para llevarlos por doquier a la sociedad, generosamente y sin tregua.
De esta forma la humanidad entera puede llegar a ser realmente una gran familia.
(Adaptación del texto del discurso de Chiara Lubich en el Famylfest Roma 1994)